El periodismo nos
pone indiferente e insensible ante las tragedias con el pasar de los tiempos.
Lo digo con esa dureza al constatar día a día la cantidad de casos que uno
observa, escucha, lee o recibe las llamadas telefónicas en la oficina.
Realmente uno que ha
pasado por el reporterismo y ha vivido de cerca con el dolor y el drama de las
familias ya sea en accidentes de tránsito, incendios, terremotos, no solo se ve impotente al no poder atender a
esa clemencia y llamado de solidaridad, sino que va asimilando que todo esto es
parte del trabajo y la vida diaria, como seguramente sucederá a los médicos y
otros profesionales.
Esto no significa que
no tenga sentido humanitario, ni solidario, sino que uno es consciente que los
medios de comunicación tienen sus propias características y necesidades
informativas y como un trabajador más no tiene todas las facultades para
dedicarse a solucionar o atender pedidos de la ciudadanía que confían encontrar
una solución a sus emergencias del momento.
La sensibilidad es
constante porque uno no puede cerrar los ojos ante una tragedia y dolor
ciudadano. Uno trata de canalizar
algunas solicitudes a las instituciones o contactos correspondientes, pero lo
hacemos por compromiso y para no quedar como insensibles ante las personas que
nos buscan.
Cubrimos la tragedia
y lo acompañados unas ediciones más, pero después pasa al olvido, pero la
familia sigue con su dolor y clamando por una justicia o atención a sus
necesidades. Sigo preguntándome acerca de la percepción que tendrán estas
personas acerca del periodista deshumanizado por el dolor ciudadano.
Esta última parte me
lleva a pensar y reflexionar del trabajo diario que realizamos, teniendo en
consideración que toda la información es un bien ciudadano y nos debemos a
ellos por su audiencia o lectoría.
No hay comentarios:
Publicar un comentario